Susurros que se convierten en roces que se deslizan hacia todo aquel que los desee oir.
Voces que se arrastran profundas y se transforman en gritos ahogándose en la rabia e impotencia del que nada puede cambiar.
Juntos cabalgan hacia la lejanía de un horizonte sin fin.
Todo daba vueltas. Estaba aturdido. Richard tardaba demasiado en tapar el agujero. El cuerpo se resbalaba. La lluvia caía implacable. No quería tocarlo. Le di un puntapié y evité su caída. - Por Dios, ¡date prisa hombre! - ¡Maldito imbécil!, me respondió. Nadie sospecharía de mí por eso Yo era el tipo raro al que todos evitaban. Nunca podrían imaginar lo que se les avecinaba. Llevaba trabajando en mi descubrimiento dos malditos años. Nadie quiso escucharme. La dirección me negó la subvención. Era cuestión de días hacer realidad mi sueño: ¡regreso a la vida! Por fin cargamos al muerto y lo llevamos al Laboratorio. Sentí un escalofrío al tocarlo. Inyecté la solución y esperé pero me quedé dormido. Un susurro a mis espaldas. Unos pasos. Giré la cabeza. Mi grito se ahogó en la fuerza del golpe. Antes de caer pensé que había jugado a ser Dios.
Sabias las palabras en su inmenso significado pobladas de matices de trazos largos arrastradas por lápices o bolígrafos plumas en ristre o en un teclado.
Clavadas como aguijones dibujadas en la mente despacio o a empujones en el corazón grabadas llenas de esperanza e ilusiones rotas en la tardanza de las estaciones.
Descifrando todo un cúmulo de sensaciones saliendo del alma a borbotones dolorosas y profundas alegres o victoriosas retando una y otra vez de manera rotunda la escritura más misteriosa.
Me muevo entre tus caderas al son de tus gemidos y cual pantera emito gruñidos al dulce vaivén de tu cuerpo desnudo y en tu mundo de pasión ¡yo me hundo!
Tus manos se deslizan mientras tu boca hambrienta beso a beso me acaricia y en mi piel va grabando con su fuego tu nombre. Ahora sé ya que tú ¡eres mi hombre!
Me haces sentir que el suelo desaparece y me conduces al cielo me mimas, me dices cosas ¡que me estremecen!
Mi corazón de hielo ya se rompió abrió sus grietas y se fundió ante tanta ternura. Ahora solo vive en mí la locura ¡de tenerte otra vez!