La obra del artista yace inacabada, incompleta, en el lienzo quieta. Aristas sin pulir, ángulos torcidos, arrugados en el papel, hipotenusas sin describir, sin líneas, sin fin. Muñeca rota, destrozada, cabello gris derramado en el blanco, ojos de vidrio, opacos, marioneta sin hilos que ya no baila. Nubes de algodón deshilachadas en su manto, dedos furiosos en los trazos, imperiosos, rabiosos. Mirada que se retira, andar pausado, lento, boca torcida en sus gestos. Inspiración perdida ¡desaliento
Agonizan los suspiros en mi boca en la otra palabras que gritan se convierten en roca pisotean destruyen y el eco las magnifica poderoso. Yo las convierto gozoso en un murmullo huyendo hacia otros mundos otros caminos. Laberintos intrincados donde me pierdo y puedo ser volcán que arde mar que se agita fiera o tranquila en flor o marchita. Mi cara está mojada pero no lloro, no, no son lágrimas es la lluvia que la acaricia. Mi alma cabalga al compás del viento y a galope tendido cruza el firmamento. Y mientras vuelo como ave en el cielo por entre mis sueños oigo desde arriba apagado y lento un portazo violento. Mis ojos se clavan en el azul del infinito y se deslizan entre algodones blancos de las nubes que pintan muñecos de nieve. Mis manos hilvanan entre hilos invisibles figuras que me hablan y a mis oídos llega su murmullo convertido en sinfonía. No sé si es una canción o la gran imaginación que compone una melodía y va forjando el corazón de un poeta.