lunes, 13 de abril de 2009

ANSIEDAD



¿Quién eres tú para decirme que no pongo nada de mi parte para cambiar?
¿Quién eres tú para desafiarme gritándome y enfureciéndote porque hace mucho tiempo que vivo en un mundo de ansiedades sin fin?
¿Cómo te atreves a reprocharme, indicarme, repetirme una y otra vez que yo puedo combatir esto que siento?
¡Tú no eres nadie! No tienes derecho a censurarme porque no eres capaz de entender por más que lo intentes lo que realmente siento en mi interior.
Mírame a la cara y escúchame con el corazón y la mente no solo con tus oídos.
Voy a explicarte lo que sucede en mi cuerpo cuando la crisis de ansiedad se hace latente:
- Estoy bien, me siento bien, veo a la gente pasar a mi lado, caminar delante o detrás de mí. Estoy paseando tranquilamente, disfrutando de la brisa de la tarde, del sol de la mañana, del azul del cielo, de la playa, de las olas que combaten a lo lejos y me siento feliz. De pronto todo cambia bruscamente. Trago saliva y siento como si la garganta no existiera y hubiera desaparecido la sensibilidad. Es como si esa saliva entrara en un pozo sin fin y me mareo pero a la vez me digo que no pasa nada, que debo relajarme e ignorar esa manera de percibir el paso de algo tan natural. Justo después esa saliva se hace tan espesa que algo le estorba al pasar. Es como si los músculos de mi garganta se hubiesen quedado tan pegados y formando una barrera tan fuerte que ya ahora es el aire el que no puede pasar y ¡me ahogo! Existe tal bloqueo que comienzo a sentir miedo y cuanto más miedo más saliva que tragar. Como la barrera continúa invisible, estrechando más y más el paso, el miedo envía su alerta al cerebro y es entonces cuando la visión se hace borrosa y me siento al borde del desmayo. Entonces comienzo a notar como si la vida se escapara de mi cuerpo y… ¡me muero!
Dime, ¿eres capaz de sentir lo que yo siento y vivir ese momento en el que estoy cayendo en ese abismo sin fin?
¡No y mil veces no! ¡No eres capaz de entender! ¡Sólo de juzgar!
A mi única y exclusivamente puede comprenderme alguien que viva lo mismo que yo. Alguien a quien también se le escape la vida. Alguien que se hunda como yo en el mismo foso oscuro de ese padecimiento que tu, de manera despectiva, dices que lo provoco yo misma.
Pues entonces intenta comprenderme y apoyarme en ese momento en el que la vida se me va. ¡Dame tu mano y ayúdame a caminar! ¡Trasmíteme seguridad, valentía y fuerza para superar ese momento tan amargo en el que se apodera de mí esa sensación horrible! ¡Mírame y háblame sin palabras! Que tus ojos sean mi guía en la oscuridad que en ese momento me embarga. Que tu voz arrastre el miedo y que tu comprensión se lleve la inseguridad.
Ahora que me has dejado hablar… ahora que he intentando expresar con palabras lo que realmente me ocurre…. ahora te toca a ti comprenderme y no negarme el derecho a sentir lo que siento porque forma parte de mí y tendré que vivir durante el resto de mi vida con esto. Al menos no me hagas, sin haberlo vivido ni sentido en tu propia piel…. ¡reproches sin fin!

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